Definitivamente el cine de Terrence Malick no es de este mundo.
Solamente su primera película Malas Tierras, con Martin Sheen y Sissy Spaceck como nuevos Bonnie and Clyde, tenía una estructura narrativa lógica. Y aún así, ya se notaba su mayor interés por la forma que por el fondo.
Ya sea una historia bélica (La Delgada Linea Roja), familiar (El Arbol de la Vida) o de amor (To the Wonder) e incluso, esa particular versión de la leyenda de Pocahontas que fue El Nuevo Mundo, están llenos de hermosas imágenes de paisajes que ocultan a los personajes y su historia, acompañadas de una narración en off cargada de un discurso místico religioso, que convierten todas sus películas en un alegato a la depresión existencial.
Puede que Malick tenga su público, no lo niego, pero es un público más de museos y galerías de arte moderno, que de salas de cine.
Solamente su primera película Malas Tierras, con Martin Sheen y Sissy Spaceck como nuevos Bonnie and Clyde, tenía una estructura narrativa lógica. Y aún así, ya se notaba su mayor interés por la forma que por el fondo.
Ya sea una historia bélica (La Delgada Linea Roja), familiar (El Arbol de la Vida) o de amor (To the Wonder) e incluso, esa particular versión de la leyenda de Pocahontas que fue El Nuevo Mundo, están llenos de hermosas imágenes de paisajes que ocultan a los personajes y su historia, acompañadas de una narración en off cargada de un discurso místico religioso, que convierten todas sus películas en un alegato a la depresión existencial.
Puede que Malick tenga su público, no lo niego, pero es un público más de museos y galerías de arte moderno, que de salas de cine.
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