Ver Pompeya un sábado por la tarde, es volver a aquellos tiempos cuando en vez de telefilms de intriga fotocopiados unos de otros, nos echaban películas de indios, piratas o romanos, un sábado si, y otra también.
Por entonces aún no presumíamos de críticos, no sabíamos quien era Howard Hawks o John Ford. Igual veíamos Espartaco que Maciste y los Siete Gladiadores, y puede que disfrutáramos más con la segunda.
Pompeya está destinada a ese público que aún disfruta de las películas con la mirada ingenua del no iniciado, aquel que veía una película donde el chico mataba al malo y se quedaba con la chica, donde el amigo del chico moría a manos del secuaz del malo, el cual recibía su justo castigo.
Pompeya no es una sesuda película de festivales, tampoco es una superproducción de alto presupuesto, pero cumple su función de entretener durante hora y media, que ya es bastante
Por entonces aún no presumíamos de críticos, no sabíamos quien era Howard Hawks o John Ford. Igual veíamos Espartaco que Maciste y los Siete Gladiadores, y puede que disfrutáramos más con la segunda.
Pompeya está destinada a ese público que aún disfruta de las películas con la mirada ingenua del no iniciado, aquel que veía una película donde el chico mataba al malo y se quedaba con la chica, donde el amigo del chico moría a manos del secuaz del malo, el cual recibía su justo castigo.
Pompeya no es una sesuda película de festivales, tampoco es una superproducción de alto presupuesto, pero cumple su función de entretener durante hora y media, que ya es bastante