miércoles, 19 de septiembre de 2012

TIPYCAL BRITISCH

Una de las buenas cosas que tienen los libros, es la cantidad de asociación de ideas que te sugieren.

Acabo de leer Las Horas Distantes de Kate Morton. Es una historia de misterio con una mansión rural de por medio con un homenaje a la literatura gótica.

Aparte de que me haya gustado, o no, lo que más me ha llamado la atención de esta novela es la infinidad de referéncias, tanto literarias como cinematográficas.

El tema de las mansiones encantadas y misteriosas nos transporta al siglo XIX, a las novelas de las hermanas Bronte, Cumbres Borrascosas y Jane Eyre y a todas sus versiones cinematográficas, incluso las no canónicas Yo Anduve con un Zomby de Jacques Tourneau y A La Luz de la Lumbre, versión no desvelada de Jane Eyre que protagonizó Sophie Marceau. También aparece Una Vuelta de Tuerca de Henry James, inspiradora, entre otras versiones de Los Otros de Amenabar,  o los relatos de Poe, con su atmosfera malsana, La Caida de la Casa Ulsher por ejemplo. Y por supuesto, está Manderley la mansión de Rebeca de Daphne du Maurier llevada al cine por Hithckock.

La Acción se centra en una novela fictícia, El Hombre de Barro, que recuerda el mundo lleno de monstruos de H. P. Lovecraft. Pero también coge prestado de Dickens el personaje de Grandes Esperanzas, miss Havisham, la dama trastornada que había sido abandonada en el altar.

Pero nuestra historia no transcurre en el S. XIX, sino en 1941, en plena guerra mundial, en la inglaterra rural, adonde los padres londinenses, preocupados por los bombardeos, enviaban a sus hijos a un ambiente más seguro. Época que nos remite al Guillermo de Richman Croptom e incluso a las crónicas de Narnia de C. S Lewis. Es esa Inglaterra rural que aparece en las novelas de Agatha Christie, sobre todo las protagonizadas por miss Marple, que en medio de una investigación policial se detenía para explicarnos la receta de un pudding o contarnos como se cuidaban las flores del jardin. Y como no recordar ya de paso, las meriendas a base de pastel de carne y cerveza de jengibre que los 5 y los 7 de Enid Blyton se zampaban  mientras resolvian sus misterios con algún gitano de por medio.

Todo eso, y más se puede sacar de un libro, solo hace falta usar la imaginación y la memoria, y así, no solo disfrutar con su historia, sino también con las evocaciones que nos produce.

   

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