Al igual que en Cosmópolis, nos encontramos con un hombre en una limusina recorriendo la ciudad de un lado a otro. Esta vez no se trata de un magnate capitalista, aunque su aparición inicial nos haga pensar en ello. Enseguida va tomando diferentes personalidades: mendiga,acróbata, vagabundo loco, etc. Poco a poco nos damos cuenta de que se trata de un actor ejerciendo su profesión por encargo, pero, si es así ¿donde están las cámaras? ¿Donde está el público?
Hace poco tiempo que en locales como La Casa de la Portera o en un antiguo prostíbulo, se comenzó a representar teatro de una forma distinta. Rompiendo la cuarta pared y uniendo a público y actores en un espacio pequeño. ¿Será que Holy Motors representa el próximo paso en el espectáculo teatral?
Si es así, existe un problema. El mismo que tiene el protagonista. El oficio que eligió por vocación, se convierte en una rutina y en un suplicio que va minando su salud, tanto física, como mentalmente. La conductora de la limusina, actúa a la vez como su asistente y su carcelera en una jornada agotadora.
Homenaje trágico y extraño al oficio de actor.
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