He intentado ser original, aunque pocas veces lo he conseguido. Casi todos los crítico dicen lo mismo sobre las mismas cosas. Puede que haya sido algo duro con los iconos sagrados de la intelectualidad, quien me conoce sabe que a mí me gustan, sobre todo, las buenas histórias bien contadas. Con unos ingredientes muy precisos: Épica, Misterio, un chorrito de fantasía y unas gotitas de humor, aunque tampoco hago ascos a algunos toques románticos, pero sin llegar al empalago, y sobre todo que tengan ritmo, que la historia no se estanque en florituras y vaya al meollo del asunto. Lo que no me gusta son lo ingredientes de color rojo sangre y marrón escatológicos de muchas películas llamadas modernas.
No desprecio el cine como arte, pero prefiero el cine espectáculo. Aún me gusta la sorpresa y resolver mistérios y enigmas, siempre y cuando esos enigmas tengan una solución lógica y no transciendan a las alturas por una saturación de metáforas.
En resumen, me quedo en el término médio, ni tan malas que puedan dar verguenza ajena, ni tan buenas que sólo valgan para presentarse a festivales gafapasta.
La pocas veces que he abandonado el tema del cine, he tenido la sensación de no aportar nada nuevo. Eran las veces que no sabía que contar y que escribía por escribir, para no perder el hábito. Siempre me ha gustado la lectura, conocer lo que escriben los demás, pero nunca, hasta ahora se me ocurrió que álguien pudiera leerme a mí. No he creido que tuviera nada interesante que contar. Si he de confesar algo, es que escribo para ejercitar la mente, si a algo le tengo miedo es a perder la capacidad de pensar, expresarme y recordar. Para completar este ejercicio, me he apuntado también a un club de lectura para relacionarme fuera de casa y charlar sobre temas diferentes a los domésticos.
Y eso es todo por hoy. Espero que haya alguien al otro lado que me siga.
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