Existen películas que, independientemente de su calidad, es mejor no haberse realizado. Y no se trata de censura, sino simplemente de buen gusto.
Tratar de encubrir varias escenas de sexo (por otra parte carentes de erotismo) entre un batiburrillo de imágenes simbólicas de no se sabe muy bien qué y de una filosofía incomprensible, no se puede considerar cine de autor.
A años luz de distáncia de la poética de Melancolía, Lars von Trier ha ¿realizado? este engendro que es una mezcla del Proyecto de la Bruja de Blair, el Imperio de los Sentidos y la saga Saw.
Tampoco es buena idea empezar una película viendo como un niño cae por una ventana. Por mucho que hayamos visto, aún hay cosas que hieren nuestra sensibilidad, y esta película ha pasado a ser junto a Holocausto Canibal la película que peor cuerpo me ha dejado. Aún así no puedo decir que sea mala, pero tampoco que sea buena. Quizá la calificaría de pretenciosa. Lars, te has pasado. Quizá a tus amigos, los sádicos nazis les hubiera gustado tu película. A mí desde luego no.
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