Se agradece que entre tanta comedia boba y acción palomitera, de vez en
cuando, se vuelvan a hacer películas como las de antes. Aquellas de los
años dorados de Hollywood: Casablanca, el Tercer Hombre, el Expreso de
Shanghai, El Halcón Maltés.
Era una forma de hacer cine diferente. La falta de grandes avances
técnicos se compensaba con guiones sólidos que emocionaban al
espectador.
Shanghai bebe de ese cine presentandonos una história con todos los ingredientes del buén cine clásico:
Una história de espionaje en la china ocupada por japón en los años 30.
Un romance con fuerza que hace saltar chispas en una pareja formada por
John Cusack, en un papel digno de un Humprey Bogart o un Robert Mitchum,
y Gon Lin, tan bella y seductora como solo ella puede estarlo.
Unos villanos creibles, alejados de cualquier caricatura (Magníficos Ken Watanabe y Chow Yun-Fat).
Al ver películas como esta dan ganas de pedir a los productores y
directores de Hollywood que vuelvan al cine de antes, que se dejen de
tanta caca, culo, pedo, pis y vuelvan a emocionarnos con el cine de
verdad.
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