Es dificil reconocer el Nueva York al que siempre estamos acostumbrados en esta película donde Win Wenders nos muestra, con la escusa de seguir a un fotógrafo aburrido y a una niña en busca de su família, las ciudades por la que van pasando: Nueva York, Amsterdam... en una sucesión de imágenes que dan prioridad al paisaje que a los personajes, cuya única función es servir de conexión entre las imágenes. Son ciudades solitarias, unidas por carreteras, ferrocarril, aviones, deshumanizadas, que convierten la película en un semidocumental sin palabras que sólo en las escenas finales tienen un atisbo de intriga.
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