Para quien esté habituado al estilo de escritura de Juan José Millás, lleno de absurdo y fantasía, a veces un tanto incomprensible conjunto de metáforas, no les resultará extraño que para relatar su própia niñez en "El Mundo" haya mezclado recuerdos y ensoñaciones. Hasta el punto de no poder separar lo real de lo inventado.
Es como si mirara su vida desde fuera, como un espectador de su história, llena de los famosos adventis de Marsé. Leemos las historias de un niño en el Madrid de la postguerra, pero ¿Estamos seguros de que se trata del escritor o acaso es un personaje de ficción?
¿Hasta que punto estamos seguros de que vivimos nuestras vidas o somos parte del sueño de alguien?
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